¡Levántate!
- Sandy Alcon
- 29 sept 2017
- 3 Min. de lectura
¡Levántate!
Es una promesa de DIOS que seremos un gran pueblo, donde su presencia será palpable, estaremos sobre muchas familias, para guiarlas principalmente a los pies de Cristo, sanarlas, amarlas, enseñarles los valores y principios bíblicos. Somos llamadas a hacer el trabajo de campo.
Es por eso tan importante la labor que tenemos como siervas del Rey de reyes, una labor encomendad a unas cuantas, a las escogidas, a las que estemos preparadas como las vírgenes con aceite extra para cuando se necesite la unción. Además, por si esto fuera poco, es una labor de vida o muerte.
Dios nos ha puesto la Palabra de bendición y de sanidad sobre nosotras, palabra que debemos hablar, y no solo conocer. “Que nuestras palabras den ánimo y sanidad a quién la escucha”.
En la Biblia leemos la historia de Moisés, un héroe de la fe en el pueblo de DIOS, salvador y rescatador. A pesar de ser una persona normal, con defectos y virtudes, con pecados (y de asesinato) Dios vio en él un excelente instrumento para sus planes de salvación. Estuvo en el palacio del rey 40 años viviendo de lo mejor, aprendiendo lo mejor, lo tenía todo y de pronto toda su vida cambió cuando tomó una simple decisión.
Todo cambió, parecía que Dios no estaba con él, porque si hubiera sido así hubiera detenido su mano de asesinar a un egipcio. Pero en eso, Dios tenía un plan. Increíble pero así es. Fue desterrado al desierto donde estuvo 40 años apacentando ovejas y viviendo de una manera que él no conocía pero tuvo que aprender, y todo por los planes que DIOS tenía para él.
A sus 80 años, Moisés regresó a Egipto por mandato de Dios a sacar al pueblo de la esclavitud. Conocemos la historia, no fue fácil, porque faraón endurecía su corazón y en ocasiones Dios endurecía el corazón del faraón. Dios hizo muchos milagros a través de Moisés para que el pueblo, el faraón y él mismo creyeran que Él es el único Dios verdadero y todopoderoso.
Pero es al llegar al borde del mar rojo donde Moisés, después de lo que ha vivido, lo que ha visto y experimentado, cuando le llega un poco de duda a su vida, se encuentra con un gigante delante de él, que era imposible vencer con espada, con intelecto, y hasta con oración. No me mal entienda, creo que la oración tiene poder, pero no era el tiempo de ponerse a orar, era el tiempo de actuar, porque Dios iba ahí mismo con él. Ya le había dicho lo que tenía que hacer, ya le había contestado la oración que solemos hacer: “Dios, dime que hacer, ¿cuál es tu voluntad?”
Y es ahí, con una columna de fuego atrás de él y un gran mar delante donde voltea al cielo a volver a preguntar lo que ya sabía, cuando Dios le contesta las poderosas palabras: ¡¿Porque clamas a mí?, di al pueblo que marche!!!!!!!
Esto nos debe hacer reflexionar como siervas de Dios, a decirle al pueblo que marche. Solo que las primeras que deben marchar somos nosotras.
No podemos quedarnos viendo el mar, viendo los problemas que tenemos delante, los cuales parece que no tienen solución. No podemos seguir clamando por lo mismo que ya nos dio repuesta Dios.
Es tiempo de levantarse y marchar, ser una heroína de la fe. Dejar de quejarnos por simplezas cuando hay un camino que abrir. No pensemos que ya terminamos cuando ni siquiera hemos empezado.
Es tiempo de dejar atrás lo que no nos deja caminar. Dejar la duda de cualquier tipo, y creerle a Dios, aún más cuando hemos visto sus poderosos milagros sobre nuestras vidas.
Nos toca abrir la brecha, ir por delante del pueblo, poner ejemplos, hablar con nuestros hechos. Cuando vamos abriendo camino, nos vamos a encontrar con piedras duras, espinas, pozos, animales feroces. Las que vienen atrás ya tendrán menos riesgo de caminar por este camino que estamos haciendo.
Levántate mujer, levántate y se valiente para ser guía de las nuevas generaciones que necesitan a Cristo en su vida.
Comments